La existencia de estas cavidades se remonta a la última era glaciar, hace 25.000 o 30.000 años. Desde entonces, el agua, gota a gota, ha creado uno de los paisajes espeleológicos más bellos del Pirineo Aragonés, donde las estalactitas y estalagmitas florecen a lo largo de sus 800 metros de recorrido.
Según se avanza hacia el interior, la cueva va ganado altura, sonidos y formas, hasta llegar a la "catedral". En esta sala la altura alcanza los 16 metros y las formaciones pétreas se manifiestan en todas sus variantes. Columnas que unen suelo y techo, cortinas que dejan entrever a los primeros murciélagos que se asoman curiosos ante los extraños, y figuras con formas familiares que despiertan la imaginación de los visitantes.
La gruta de las Güixas, debe su nombre a un agujero que ilumina una de las salas que la componen. Cuenta la leyenda que aquí, bajo esta "chimenea", las brujas hacían aquelarres e imploraban al demonio. Se supone que éste era un espacio donde encontraban las condiciones perfectas para realizar sus ritos y ver a través de la "chimenea", la luna y las estrellas, elementos imprescindibles en sus ceremonias. Aunque la palabra “güixa” se cree que viene de guija, una legumbre parecida a las habas con la que se hace la harina de almortas, ingrediente principal de las gachas. No obstante las brujas hacían conjuros y hechizos con habas, y es posible que utilizasen guijas para invocar al demonio.
Pero las bruxas (brujas en aragonés) no fueron los únicos habitantes de esta cueva sino que, hace ya 10.000 años los hombres del Neolítico vivían en estas salas, las mismas que sirvieron de guarida y almacén a muchos hombres que lucharon durante las guerras Carlistas y en la Guerra Civil.
La Cueva de As Güixas, se abre al lado de un dolmen, dato importante pues relaciona de alguna manera los ritos atribuidos a las brujas, con la antigua religión de los pueblos megalíticos, y en definitiva, relaciona el mundo de los vivos y el culto a los muertos.
Las bruxas que se dirigían volando a sus lugares de reunión se encontraban en un punto concreto pasada la hora mágica de la medianoche. Allí todas juntas rendían culto al diaple o diablo, que se presentaba como buco (macho cabrío), como hombre oscuro montado en un buco o en un caballo negro, con perro, o en la figura humana con partes de animal, como patas de cabra, cuernos, orejas de carnero... Así, con todos estos datos y el espacio subterráneo de la Cueva de las Güixas de Villanúa, nos podemos imaginar las fantasmagóricas escenas que legendariamente han tenido lugar en esta famosa gruta.
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